Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.
Si eres incapaz de compartir los verdaderos deseos que habitan en tu interior serás deudor de los muchos y efímeros momentos de felicidad que se te escaparán, a ti y a quienes contigo vayan a caminar.
(Todo se refleja y entrelaza en tu infatigable transitar)
¿No sabes qué hacer este fin de semana? Te invito al cine
…Y entonces fuimos felices
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Silencio…, se rueda! Cuando el acontecimiento de la muerte es una experiencia prematura, y quienes la viven se sostienen abstraídos, entre la tristeza, el desconocimiento y el aprendizaje. Cine independiente, indagando en los recovecos de la vida, mostrando el valor del descubrimiento (aunque sea partiendo del dolor).
Dos hermanos se ven obligados a madurar bruscamente por la misteriosa muerte de un amigo. El suceso conmociona la vida aparentemente tranquila de la localidad en la que viven, y desestabiliza a los hermanos y a sus amigos de un modo que no son capaces de explicarse plenamente. A la luz del trágico accidente, sus relaciones familiares comienzan a asumir una tonalidad macabra, lo que hace que Eric, de 14 años, y Tommy, de 9, se refugien en la naturaleza que les rodea.
Premios
2013: Festival de Tribeca: Sección oficial largometrajes a concurso
2013: Seminci de Valladolid: Sección Punto de Encuentro
Aquél día que abriste una grieta en el camino que te llevaba a casa mientras yo observaba tu melena al viento, un paisaje brotó dentro de mi y todo el páramo del mundo se extendió como lo hace la música por los rincones olvidados de la memoria. Ajeno a cualquier circunstancia lo olvidé todo sin pensar en ello, y mitigué los frenos que había puesto a la vida. No lo olvidaré siempre. Un 30 de diciembre te columpiaste en mis entresijos y las arañas salieron a despedirte el último día del año, recobrando las fuerzas para construir una nueva tela que atrapaba hasta el aliento que dejaste sobre la almohada. Los verdes prados te acompañaron hasta el mar, y descansaste allí guardando el secreto entre las olas, tumbada mientras sentías cómo tus pies rozaban la península de la felicidad. El esperma que llevabas dentro fertilizó las algas y los acantilados, inseminó a los peces y desinfectó el desasosiego de nuestro cosmos extraoficial. Aquél día no hubo noche y desaprendí a nadar, porque no había límites y todo me exhortaba a vivir. Cada pedazo de tierra que pisamos desde entonces es el hijo de un acto sexual reinventado, fragmentos sin reservas para lidiar con el ostracismo de la muerte.
(Si pudiéramos todos los habitantes conocernos en esas circunstancias la radiación nos expondría a observarnos por igual, desnudos más allá de todas las fronteras).
Observando el fiordo de Clyde, Isla de Arran, Escocia. Photo by Joséluis Vázquez Doménech
Es curioso. Pero precisamente aquello que no elige, es lo que supuestamente hace feliz a la mayoría de la gente. Su familia, su colegio, su pueblo, sus tradiciones o sus sueños. Esta anécdota debería hacernos pensar, hasta poder llegar a la determinación de que en el ser humano hay un extraño componente que le lleva a claudicar, más veces de las que debería, ante un autoritarismo externo que lo socializa. Solo así podemos llegar a entender esa fe por las democracias y las religiones que las acompañan.
Me gusta quedarme dormido antes de hacer el amor, salpicar tu cabello con la lluvia de mis lágrimas y ausentarme de las plazas públicas cuando todos se concentran para celebrar. Procuro pisar las líneas que separan las baldosas camino de casa, traspapelar las cartas descubiertas y poner el grito en la tierra cuando me enfado de verdad. No sé quién pinta las barandillas de óxido y las paredes de humedad, tampoco quién acecha cuando deseo mi soledad, pero presiento que todavía es tarde…, para colmarme de felicidad.
Somos una contradicción constante. Sin un sentimiento de oposición nada es verificable. Y así, procurando adivinar el legado de tu felicidad puedo comprender el estallido de tu rabia.
No deberíamos partir de la posibilidad de hacer feliz a nadie. Si ya de por sí es una ingente tarea recaudar tu propia felicidad, imagina las consecuencias a la hora de redoblar esfuerzos… y tener que institucionalizarlos.
Solo hay que cumplir cuatro requisitos para buscar la libertad. El primero requiere no tener dependencia financiera con entidad usurera alguna. El segundo pasa por no firmar contrato de trabajo que impacte con nuestras convicciones. El tercero obliga a romper con los lazos del amor romántico y la exclusividad sexual. Y el último, diluye toda religión en el encuentro íntimo del individuo con su propia conciencia.