Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


Deja un comentario

Violencias

(Nueva colaboración para la incansable y sorprendente «La Ignorancia Crea»)

Desde hace ya algún tiempo, incluso la violencia ha pasado a ser objetivo de los medios. Pero no como elemento de concienciación con sus posibles consecuencias, sino como herramienta de control para doblegar a la ciudadanía y exponerla sin contemplaciones ante el proceso vivencial de lo que podríamos denominar “catarsis permanente”. Sabiendo que la insistencia y la repetición desacreditan la capacidad de sorpresa y la reacción, nos vemos sometidos a continuas avalanchas de sangre y fuego.

Este modelo coercitivo de socialización suministra sin cesar dosis de adoctrinamiento sin reparación de los daños causados. Ante una coyuntura de interacción problemática se tiende a saldar todo con la eficacia que otorgan la fuerza y la contundencia. Una resolución dialogada deja de tener el mínimo interés, y la vida se convierte en espectáculo permitiendo que el conflicto vertebre cualquier proceso.

La red que lo sostiene todo es de acero, y es capaz de soportar el estallido de mil mundos. No son las guerras las que han de acaparar todas las portadas; desde una manifestación hasta un accidente de tráfico se convierten en publicidad violenta, y ya hasta el noticiero del «tiempo» revela la primacía de los discursos nada benevolentes.

Llevamos décadas de menosprecio absoluto hacia la paz, y ésta no solo no se promulga sino que además parece interferir los deseos de los mercaderes y los comisionistas del desorden. Desde que nos levantamos hasta dormitar henchidos de agresividad, recibimos cada jornada cientos de imágenes relacionadas con esa sofisticada maquinaria que gratuitamente nos desmantela para enfrentarnos sin despojos ante el sufrimiento. Y no se trata del retrato veraz de nuestras urbes y nuestros pueblos, sino de la imposición de una serie de secuencias relacionadas con la maldad a golpe de noticiarios impertinentes.

No estamos ante el descalabro natural de la bondad humana, más bien nos situamos frente a la amenaza continua, que viene patrocinada con nombre y apellidos y además es generadora de inmensos beneficios por ello. Las empresas armamentísticas son el telón de fondo, y las políticas belicistas el andamiaje necesario.

Sin que nos demos cuenta, todo proviene de firmas y contratos. Uno de los últimos sucesos que esclarecen este argumento lo acaba de protagonizar don Pedro, en su afán de seguir vendiendo un país al mejor postor, siendo capaz de cambiar cromos por barcos de guerra. Cumbre de la OTAN, Joe Biden invitándole a sus aposentos por una hora… Todo tiene un precio, y en nuestro caso seguimos amasando violencia en nombre de inexistentes enemigos o, lo que es peor, de enemigos creados ad hoc para seguir propiciando el negocio más vil y humano. A semejante situación, es curioso, lo llaman acuerdos de relación estratégica.

Y como en toda estrategia, hay un plan. Y éste viene, además, respaldado por una de las principales características del Estado Moderno: ser depositario del monopolio de la violencia y del uso de la fuerza. No debemos olvidar que todo este entramado es un paripé, y que no responde al deseo democrático ni al desarrollo garantista de los derechos individuales. Una inmensa mayoría ni queremos ni promulgamos el uso y abuso de la crueldad, ni contra nuestros seres queridos ni contra aquellos que viven en los confines de nuestros horizontes. Otra cosa es que desde el propio Estado se infiltre en nuestra sangre el aroma de la violencia, haciendo posible que de la noche a la mañana seamos capaces de odiar a China o de respaldar las políticas más inverosímiles y abyectas.

En su afán dominador nada hay más convincente que conseguir que seamos creyentes de sus intereses, lacayos endemoniados con incapacidad severa para ver más allá. Lo más sorprendente es que el nexo de unión para que se asuma esta realidad como algo natural y prudente es lo que viene a llamarse Democracia. Conviene recordar que no soy ningún teórico protector del absolutismo ni de fascismo imaginable, pero sí teórico delator del desfalco con el que nos intimidan constantemente. Nuestras democracias son un verdadero disparate, y nunca son ni el más mínimo reflejo de nuestros intereses ni aliento alguno para nuestros sosiegos. Están completamente asociadas a los vaivenes del poder, y solo por ello, anulan todos nuestros sueños. Creer en ellas es nuestra perdición y, por ende, la victoria de quienes manejan las madejas con todos sus hilos. Sería aconsejable repensar todo muy bien, porque algo tan sencillo como poder afirmar que no existen las democracias en su verdadero sentido sería el comienzo de una nueva etapa, tan necesaria como urgente.

Y no es ardua la tarea. Bien al contrario, debería ser la respuesta directa a todos los males. Asumir esa verdad es la única solución. Proseguir con el juego de votar al menos malo es un parche insignificante y muy pernicioso para nuestra sociedad. Estamos colapsando y todo el deterioro construido no tiene solución si antes no edificamos y establecemos un nuevo sistema.

Resulta fácil, pero también muy perverso, defender nuestro modelo político. Para mí es inimaginable. No encuentro ningún sustento teórico y ninguna realidad que me haga pensar lo contrario. Y por ello, no puedo ser abanderado de ninguna causa indefendible.

Photo by joséluis vázquez domènech

Pero lo más curioso de todo es que hay una razón de fuerza mayor que debería obligarnos a cesar inmediatamente de apoyar tamaña insensatez. ¿Desde cuándo alguien puede respaldar nada que vaya asociado a la violencia? ¿Desde cuándo alguien que dice amar la paz puede justificar los atropellos continuados que realizan nuestras democracias? ¿Desde cuándo se sostiene que para vivir bien han de vivir muy mal los otros, los pobres habitantes de nuestras guerras? ¿Desde cuándo somos capaces de respaldar aquello que solo habita en el pensamiento y en un plano teórico desfasado? ¿Desde cuándo matar puede ser un añadido para justificar el bienestar de una pequeña parte de la población mundial?

¿Es que acaso no sabemos que nuestra violencia es el germen de nuestro capitalismo? ¿Es que acaso no sabemos que la mueca de nuestra sonrisa es debido al expolio al que sometemos al mundo? Y peor aún, ¿cómo es posible que sabiéndolo seamos capaces de respaldar semejante atrocidad? Me resulta indecente asumir desde el marco social esta posibilidad. Pero como sé que es la mayoritaria, prosigo con mi denuncia.

La violencia, además de mostrarse incoherente con la felicidad, propaga sus garras en
nuestras relaciones, puesto que éstas beben de aquellas fuentes que nos vienen dadas. Las redes sociales, las aplicaciones, las pantallas y la propia educación, resentida del conocimiento y buscadora de competencias, no son sino detonadores de esta era de explosión arrogante e individualizada.

Todo lo que nos rodea nos incita al desánimo, al virtuosismo digital y a la desertización social. Y lo que es peor, todo lo que nos rodea viene sobrecargado de incoherencia. Toneladas de información irresoluble. Contradicciones tejidas para el conflicto incesante. Una semántica diseñada para el barbecho lingüístico. Pornografía en cada esquina para sexualizar hasta los sueños de los ángeles. Sobrevaloración de cualquier estupidez musicada en los vastos territorios del tik tok. Desmembración de los sexos para que cada cuerpo sienta desde los discursos, y no desde la vivencia empática de cada poro. Todo se enreda, y ante la duda, las farmacias te venden hasta el deseo reinventado. Y la disonancia, al final, termina por formar parte de libertades recreadas, del consumo estratégico y de la volátil existencia.

Sé lo que quieras. El mercado te hará libre. Sequía. Calor. Sed… y violencia. Paga y se te dará. Todo menos la felicidad. Paga y te ofrecerán todas las series del mundo, conexión ultrasensorial, mentira virtual, opacidad electoral, corazones verdes, energía rebautizada, paneles solares y poda de árboles. Violencias escalonadas; desde una casa impagable hasta un salario inolvidable, desde el encarcelamiento por gallo de pelea hasta la reclusión por depresión con fentanilo, desde la militarización de los trabajos hasta la uniformidad del pensamiento, desde el maltrato interpersonal en la escuela hasta la desatención del profesorado, desde la huida a la ciudad corrompida hasta el olvido de los trigales limpios, desde los manantiales secos ya en invierno hasta las nubes decoloradas sobre los fuegos, desde los vientres de alquiler hasta los estómagos vacíos. Te harán libre, pero en medio de todas las batallas.

Violencia patriótica, no lo olvidemos, que se ejerce por falta de educación y por exceso de exposición.

Seguimos oyendo el llanto de un niño palestino. Y a eso no le llaman violencia. Ni lo nombran. No le esperan ni para el entierro. No hay nada. Nuestras emociones están perfectamente descontroladas.

OTAN No, Bases Fuera

Para ver y leer todas las colaboraciones del último número de la revista, pincha aquí


Deja un comentario

Breves

La era del vacío

Tal y como escribió Lipovetsky, la lógica individualista con  el sempiterno derecho a la libertad se instaló hace ya tiempo en las costumbres y en todos los actos cotidianos. En nuestra post-modernidad, si algo reina, es la indiferencia de la masa, deseando vivir el aquí y ahora en medio de una cultura tan despersonalizada que dan ganas de salir corriendo y no volver.

Sin anclajes sólidos estamos deslizándonos de un lado a otro obsesionados con la posibilidad de poder expresarnos gratuitamente, porque damos prioridad al solemne acto de la comunicación y apenas si damos importancia al contenido de nuestra acción. Y entusiasmados en medio de la infinita posibilidad de relación, caemos al vacío en el narcisista acto de querer ser escuchados por miles y, lo que es peor, lo hacemos sin darnos cuenta de que lo que queríamos era liberar el yo y lo que conseguimos es hacer del yo la preocupación central de nuestras vidas.

Como no nos reciclemos a tiempo el neoliberalismo nos va a dar tal bofetada que cuando nos cruce la cara ya no sabremos si ha sido un huracán o la ingratitud humana la que ha convertido nuestras relaciones en un cementerio de superyos seduciendo incluso mientras soñamos. Por de pronto, ya nos ha dejado completamente dislocados. Y ahora, lo que viene, va a ser un pozo sin fondo de publicidad constante para curarnos de tamaña enfermedad. «Libres» como nos dejaron ahora nos toca restaurar las heridas que, supuestamente, las hicimos nosotros mismos con nuestras propias manos. Así es, tiempo de corrección para superar el espectáculo de la culpa. Tiempo de reciclaje para superar tanta pérdida y tanto dislate.

El espectáculo no puede ser más deprimente: «Yo nunca pierdo; o gano…, o aprendo. Toda crisis es una posibilidad para crecer. Las oportunidades se nos presentan cada día pero no las vemos. Un problema te abre las puertas para que hagas acopio de tu mejor esfuerzo. Un emprendedor ve oportunidades allá donde otros solo ven dificultades. El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse. No te des por vencido ni aun vencido (esta es insuperable). La suerte es para los débiles que no se han esforzado nunca…» Y así, un caudaloso río con millones de palabras para vender no ya la moto, sino hasta tu conciencia. Atracados por un sistema que para llenar sus arcas ha vaciado nuestras mentes, y luego hace un llamamiento masivo para que éstas mismas nos liberen, porque son nuestra fortaleza…, una vez que ya han sido domesticadas.

La sociedad nunca puede avanzar con el aislamiento de las personas que la integran. Pero la libertad es un anzuelo gratificante para sentirte héroe por media vida, y hemos picado. Vaya si hemos picado!

Google Images

 


Deja un comentario

Asertividad y Cooperación

Borrador para una charla

En más de una ocasión me piden que pueda dejar aquí constancia del contenido que puedo llegar a tratar cuando nos vamos de charla por otros lares.

Pues nada. Ésta fue la base sobre la que pudimos conversar un poco el lunes en Pamplona. Hasta más ver!

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Una de las propuestas más extendidas para expresar el significado de asertividad la encontramos en el diccionario María Moliner, y la define como esa “cualidad de las personas capaces de afirmar su personalidad y defender sus opiniones frente a los demás”.

El término se asienta sobre la certeza de asignarse para sí el valor de su persona.

No cabe duda de que nos encontramos frente a una opción de desarrollo personal que tiene como pilar básico a uno mismo, y que lo que procura es su defensa dentro del marco social en el que participa.

MI propuesta quiere abrir un interrogante, y proponer abrir una pequeña grieta en su formulación. Ya son muchas las personas que han preferido desmarcarse un poco de ese significante, y han preferido cambiar la cita “frente a los demás” por “respetando a los demás”, como ya lo recoge el diccionario Clave.

Y yendo más allá, no estaría de más un nuevo giro, en el cual pudiéramos intervenir con cierta duda, dada la ineficacia con la que nos encontramos en numerosas ocasiones cuando salimos al encuentro de la certeza. Una duda, incluso con nosotras y nosotros mismos.

Y de ese modo trataríamos de encontrar un nuevo rostro a ese modelo de relación interpersonal, con lo que lograríamos otorgarle un significante más completo y, por qué no, más humano: “cualidad de las personas capaces de dudar de su personalidad y cooperar con sus opiniones respetando a los demás”.  

Así, partimos de un nuevo punto de encuentro y podemos hablar ya de la asertividad como un elemento necesario para la cooperación, que deja atrás esa forma un tanto individualista de entender y proceder en nuestra sociedad.

        Podemos introducir la charla en un amplio marco conductual, en el que procede hablar de tres tipos de comportamiento que con mayor asiduidad se presentan.

Por un lado estamos ante un tipo de actuación o práctica social agresiva. Por otro, ante un tipo de actuación pasiva. Y, finalmente, como contrapunto a estas dos versiones, ante el tipo de respuesta asertiva.

Siendo ésta última la que nos interesa hoy, conformaremos una mirada a través de la cual se presentan una serie de características que fomentan ante todo un posicionamiento individual fuerte y seguro, con el fin de asegurar bien los cimientos de su propia posición. Posición ésta que, además, se autoafirma frente a las personas que nos rodean, dejando constancia de ese poder para contrarrestar la fuerza y opinión de los demás con nuestras propias armas o habilidades sociales.

Pero todo ello parece pertenecer a un universo en el que el individualismo, sutilmente, va esbozando sus propias reglas del juego, hasta el punto de que damos por sentado que el camino de la felicidad empieza por uno mismo.

Así las cosas, en esa continua mirada hacia el interior de uno mismo, nos encontramos sí o sí, con la aparente necesidad de estar afirmando constantemente nuestra propia personalidad, a la que nos deberemos primeramente como principales artífices en la constitución de cualquier camino.

Quiero así poner en cuestión ese fundamento precario que se realiza desde la individualidad, para así dotar a la asertividad de un elemento comunitario y cooperativo más solvente con toda la sociedad. Única forma de poder llegar a ser un buen edificador de uno mismo.


Deja un comentario

Hitzaldia/Charla: Civivox San Jorge, Iruña

«Asertibitatea lankidetza bezala»

Arratsaldeko 19:00etan

Urriak 31

Asertibitatearen oso zabalduta dagoen esanahia expresatzeko propasamen bat María Moliner hiztegian aurkitzen dugu (“cualidad de las personas capaces de afirmar su personalidad y defender sus opiniones frente a los demás”) eta bere esanahia «pertsona bat bere pertsonalitatea besteekiko expresatzeko eta norberaren iritziak beste edozeinen aurrean defendatzeko duen gaitasuna” bezala azaltzen digu.

Beraz, zalantzarik ez dago, garapen pertsonalaren aurrean kokatzen gaitu, oinarrizko euskarria norbera izanik, eta parte hartzen duen ezparru sozial barruan norberaren buruaren defentsa ahalegintzen du.

Nere proposamena zalantza bat piztu nahi du, bere formulaketan zirrikitu txiki bat zabalduz. Dagoeneko askok bai dira adierazle honetatik aldendu izan direnak, «besteen aurrean» beharrean «besteekiko errespetuaz» aldatzea nahiago izan bai dute, “Clave” hiztegiak berez adierazten digun bezala. 

Eta haratago joaten saiatzen ba gara ez legoke soberan norabide berri bat zabaltzeak, non parte hartu ahal dugu zalantza izpi batekin, ziurtasun baten beharrean gaudenean eraginkortasun eza dela eta. Baita zalantzak bai ditugu gure buruarekiko ere. 

Modu honetan beste aurpegi bat aurkitzen saiatuko giñateke pertsona arteko gizarteratze eredu berri batera garatuago legokeen adierazle berri bat ekarriz eta zergatik ez bihotzberagoa ere: «bere pertsonalitatearekiko zalantzak dituen pertsona batek bere iritziekin kooperatzeko duen gaitasuna, besteak guztiz errespetatuz». 

 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

(Asertividad como elemento necesario de la cooperación)

Una de las propuestas más extendidas para expresar el significado de asertividad la encontramos en el diccionario María Moliner, y la define como esa “cualidad de las personas capaces de afirmar su personalidad y defender sus opiniones frente a los demás”.

El término se asienta sobre la certeza de asignarse para sí el valor de su persona.

No cabe duda de que nos encontramos frente a una opción de desarrollo personal que tiene como pilar básico a uno mismo, y que lo que procura es su defensa dentro del marco social en el que participa.

Mi propuesta quiere abrir un interrogante, y proponer abrir una pequeña grieta en su formulación. Ya son muchas las personas que han preferido desmarcarse un poco de ese significante, y han preferido cambiar la cita “frente a los demás” por “respetando a los demás”, como ya lo recoge el diccionario Clave.

Y yendo más allá, no estaría de más un nuevo giro, en el cual pudiéramos intervenir con cierta duda, dada la ineficacia con la que nos encontramos en numerosas ocasiones cuando salimos al encuentro de la certeza. Una duda, incluso con nosotras y nosotros mismos.

Y de ese modo trataríamos de encontrar un nuevo rostro a ese modelo de relación interpersonal, con lo que lograríamos otorgarle un significante más completo y, por qué no, más humano: “cualidad de las personas capaces de dudar de su personalidad y cooperar con sus opiniones respetando a los demás”.  

Así, partimos de un nuevo punto de encuentro y podemos hablar ya de la asertividad como un elemento necesario para la cooperación, que deja atrás esa forma un tanto individualista de entender y proceder en nuestra sociedad.

Ciclo ‘La asertividad: inteligencia emocional, comunicación y cooperación’.
Próximas conferencias
Lugar: Civivox San Jorge
Hora: 19 horas
Entrada libre, previa retirada de invitación desde una hora antes del comienzo de la actividad (dos invitaciones por persona)
Lunes 31 de octubre: ‘Asertibitatea lankidetza bezala’
Ponente: José Luis Vázquez, sociólogo

http://www.noticiasdenavarra.com/2016/10/28/vecinos/pamplona/civivox-san-jorge-reflexionara-el-lunes-sobre-asertividad-como-elemento-necesario-de-la-cooperacion

 

 

 


Deja un comentario

Discursos

Breves:

La facilidad de la oratoria

Los políticos, los que nos gobiernan, los que toman decisiones, los que aparecen en las grandes pantallas y nos consumen con sus ofertas, los que se sientan en los parlamentos, los que piden su puñado de votos, los que se enojan y parecen luchar por unos objetivos, los que se posicionan por los sueños de la ciudadanía y, sobre todo, los que cobran por el trabajo desempeñado, son una caricaturesca obra de algún artista venido a menos. 

No se trata de exponer las mil y una arbitrariedades que han cometido a lo largo de la historia para mostrar con objetividad el carácter científico de esta hipótesis. (Basta con recordar lo sucedido en el estado español durante los últimos años).

No es inoportuno dirigirse a los simpatizantes de todas las corrientes para hacerles ver que apenas hay diferencias “técnicas” entre todos ellos. Y no cabe duda de que estudiando su comportamiento, tendríamos infinidad de argumentos para desmontar los discursos que han ido elaborando (y después “corrigiendo”) sin que importen lo más mínimo ni la coherencia, ni la sinceridad ni tan siquiera las pequeñas promesas.

En ese espacio de tiempo hay una serie de elementos que simbolizan a la perfección en qué consisten o bien la aparición o bien el resurgimiento de algunos movimientos que se han materializado en lo que podríamos llamar sueños líquidos. 

Es igual que dichos sueños se impulsaran para conseguir la destrucción de la casta, la aniquilación de las élites, la reestructuración e impago de la deuda, la renta básica universal, el derecho de autodeterminación, el fin de la transición o el principio de la emancipación. La tesis de Zygmunt Bauman clarifica con enorme precisión lo que estamos viviendo. Veamos… 

Una de las marcadas características de la sociedad capitalista es ese individualismo que delimita nuestras relaciones y las convierte en precarias y especialmente vaporosas. Vivimos a merced del cambio y de esa sensación constante de que todo es transitorio. Todo fluye corriente abajo pero expuesto a una flexibilización que lo único que proporciona es una obstinada contradicción. Casi nada perdura lo suficiente como para que pueda cuajar y lo que vivimos es una especie de persistente transformación.

En una frase, cabría decir que estamos sometidos al vasallaje de la caducidad y expuestos a la “corriente filosófica”  llamada seducción y de la que tan adeptos son los representantes políticos.

De ese modo, ¿dónde puede alguien buscar los pilares adecuados sobre los que se asienten sus convicciones?.

En tu respuesta encontrarás la banalidad de la mayoría de los discursos, que terminan por disolverse entre tus pensamientos sin apenas haber tenido la opción de asimilarlos.

 

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

Photo by Joséluis Vázquez Domènech

 Colaboración para Iniciativa Debate


1 comentario

La importancia del autorretrato

O la necesidad de construir un espacio propio

Desde las ciencias sociales y de la información nos van llegando con asiduidad pequeñas indagaciones que tienen una importancia igual a cero y, que además, esconden una realidad que está pidiendo a gritos ser desvestida de todas sus galas. Dan por hecho que allí donde las redes sociales proclaman un nuevo acontecimiento es donde ha de estar la noticia, pero lo que consiguen es respaldar la liquidación de toda reflexión crítica y aupar a los altares a esos avezados pupilos capaces de dictar las más absurdas sentencias con ciento cuarenta caracteres.

Desde los aclamados territorios de la investigación y con la ayuda incansable de los fabricantes de  nuevas tecnologías han tenido a bien contentar nuestro indisciplinado fervor por la novedad, y de ese modo nos ofrecen miles de aplicaciones que van llenándonos de deshechos y vaciándonos de contenido.

Siendo el objetivo entretener al consumidor podemos observar cómo confluyen en él ambas manifestaciones, y cómo consiguen con facilidad que éste se sienta protagonista de su propia historia. El selfie es el paradigma perfecto de este tiempo y el que mejor revela el proceso en el que estamos encauzados. Deja constancia abiertamente de la trascendencia de un yo elaborado sin discurso alguno, y la dificultad de los sujetos por liberarse de la cadena que están construyendo.

Y es aquí donde deberían de arreciar infinidad de análisis y de consideraciones respecto a nuestra relación con las nuevas tecnologías, el uso que hacemos de ellas, y el desuso que hacemos de nuestras vidas.

¿En qué consisten los nuevos entretenimientos?

Hace ya tiempo que están emergiendo identidades que rebasaron el umbral del individualismo. Estamos embarcados en una nueva ola conductual donde las normas vienen dictadas antes de universalizar el libro de instrucciones. La atomización resultante es un delirio de personajes que más allá de aislarse en sus propias redes, y más allá de congratularse con su constante presencia erótico-festiva, lo que termina por financiar es la destrucción del sujeto como actor social, y lo único que consigue es la atracción de “otro como yo” incapaz de detenerse a pensar y clarificar en qué consiste tanta y tan aclamada diversión.

En las grandes ciudades y en las pequeñas urbes, en la capital y en la periferia, un nuevo espécimen moderno se ha arrojado a los pies del sistema con una facilidad que asombra, y su deseo de compartir la experiencia encuentra en el selfie el ventilador necesario para expandir su sonrisa más allá de su preocupante situación laboral, sentimental, o psicoanalítica. El objetivo no es otro que mostrarse ante los demás como lo hace todo el mundo, es decir, sin detenerse a pensar que igual estaría bien encuadrar la imagen en una realidad significante, y no en los parámetros de los que ya se encargará Instagram de formalizar debidamente.

Este tipo de fotografía es fiel reflejo de los procesos de cambio. El individuo ha pasado al plurindividualismo. Aquella capacidad de tomar decisiones, de aislarse en burbujas recolectoras de su propia vida, de subrayar las vivencias del yo desde personalidades libres y autocomplacientes, e incluso de reivindicar espacios íntimos que construir desde los márgenes, ha dejado paso en breve espacio de tiempo a la masificación de unidades contemplativas que vienen a hacer, en la mayoría de los casos, lo mismo.

Dibujamos una ciudadanía que se organiza en torno a unos criterios de consumo, y donde la capacidad de rebeldía se desata en los días de lluvia de algún concierto “memorable”. Una pluralidad de individuos a los que les cuesta detenerse a reflexionar, a mirar otros mundos más allá de ese círculo donde el instante vale más que cualquier razón que le llevara a él.

Pero esta secuencia se extiende a casi todas las capas de la población, con la diferencia de que algunas tienen un poder adquisitivo y otras no. Lo importante es estar, aparecer en el momento oportuno, no tanto para que todos sepan que estuvimos allí (y que hay una huella imborrable que lo testifica) sino para que uno mismo sienta que participa, y que camina al lado del mundo, incluso en las largas noches de invierno.

Seguimos en la lucha por el reconocimiento. Eso es invariable. Lo que cambian son las formas. García-Alix dice que una foto de nosotros mismos es el disfraz que mejor luce. Y precisamente ese movimiento rápido, en cualquier parte, a cualquier hora, que termina guardado en un móvil y expuesto en el escaparte de la red social sigue buscando un pequeño hueco, al que se le puede atribuir un poco de vida… y esperanza, pero lo que encuentra es una realidad aparente sustituida por la grandilocuencia del momento.

AUTORRETRATO II

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

El espejo, el papel impreso o una pantalla son un soporte adecuado para vernos. El primero impone, el segundo se marchita y la última eclosiona en un momento, buscando al siguiente instante un nuevo emplazamiento. El selfie es otro entretenimiento, donde no hay desgarro, ni intención manifiesta de representar ningún mundo interior (ni exterior), tan solo un instante dulcificado por un gesto que además muestra ese signo erróneo de la falsificación del momento. No procura la reflexión, y por ello mismo nos distancia de una narración solvente.

Esta inmersión que sin darnos cuenta hemos hecho en el universo de la inmediatez ha traído consigo muchas secuencias que se traducen muy bien en todo lo que venimos reflejando. Pero también viene a señalarnos la necesidad que tenemos de detenernos a meditar, de mostrar esa solvencia particular para mirar de frente al mundo y posicionarnos ante él, para dejar la impronta de nuestras luces y nuestras sombras.

El autorretrato te obliga a mirar, a construir, a diseccionar. Es un proyecto que transita hacia lo que van a ver los demás, y en el que te posicionas para querer transmitir; una imagen, una sensación, o tan solo una referencia. No vale con mostrarte. No es una rutina individual para que se convierta en espectáculo social. Puede, y debe muchas veces, ser una zona gris, para escapar de cualquier tendencia, y seguir reivindicando ese espacio propio por el que debemos luchar.

Publicado en Iniciativa Debate y en Ssociólogos.com


1 comentario

Individualidades en Red

O cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación

Charla sobre la Comunicación. Civivox San Jorge. Pamplona. 17 marzo. 19’00

No paramos de hacer, y no hay lugar ni espacio para contarnos, para sentirnos y batirnos. Casi nada nos contiene, y se nos escapan las estaciones para detenernos y comunicarnos. El mundo se presenta ante nosotros repleto de recursos, y nos abruman con ingentes cantidades de ensoñaciones y recreos.

Creemos que sí, pero no. Estamos, como dice Ernesto Sábato,  abstraídos de la sociedad de las relaciones humanas y nos acoplamos a la cotidianeidad de nuestras vidas. De la televisión a las pantallas táctiles una multitud mira atentamente. Lo importante es ver, y creernos cómo estamos conectados a través de ese ver, que no es mirar. Observamos un universo creado por unos pocos y en la redistribución del microespacio que nos asignan residimos involucrándonos en una realidad que, en cierto sentido, carece de verdad.

Alejándonos; porque la calidad de vida no se determina por el dinero y aquello de lo que  dispongo, más bien por el tiempo que me queda para disponer y la compañía con la que he de rehacer (restaurar todo aquello que perdí mientras buscaba el camino de mis fondos y perdía aliento al regresar).

Con una facilidad que debería hacernos interrogar accedemos a todo, y convencidos de una mejora en la calidad de nuestras vidas somos capaces de olvidar con quien hablé ayer… ¿En qué red social, comunicándome sin descanso, perdí a mi interlocutor? ¿Dónde delegué el sonido de la lluvia, del viento y de los mares? ¿Quién me sigue, sin tan siquiera saber quién soy?

Es posible que nuestro sentido de la independencia haya hecho olvidar la importancia que conlleva estar pendiente de aquello que nos rodea y, sobre todo, de quienes nos rodean. Los vínculos se van fragmentado, y la globalización termina por descentralizarnos y sumirnos en su despreocupada uniformidad.

Las nuevas herramientas de comunicación asemejan la puerta de salida de emergencia a nuestras soledades o incluso nuestras carencias, pero se convierten sin esfuerzo alguno en un nuevo plan de fuga, en una mayor prolongación de nuestro individualismo.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Los nuevos lazos que se enumeran por seguidores no contrarrestan nuestra debilidad; la afianzan. El super yo sale fortalecido y los primeros brotes de éxtasis te conmueven cuando ya son cien quienes han decidido rastrear en tu camino. Cuando son mil, llega una primavera que brota flores desde el estómago. Popularidades inanimadas de distracción masiva.

¿Nos encontramos realmente con los demás? ¿Sabemos de la vida de los otros? ¿Estamos al corriente? Todo parece indicar que hay una adulterada articulación que patrocina el acceso masivo a la información. Y corremos el serio peligro de convertirnos en nuestros propios impostores, disfrazados de identidades temerosas llenas de insuficiencias. ¿Quién desea habitar una pantalla pudiendo lucrarnos con nuestros sentidos? 

Las fronteras de la identidad se están puliendo en beneficio de una sospechosa transformación hacia la prosperidad otorgada por las nuevas tecnologías.

Nuestras cualidades subjetivas ganadas a pulso en ese arduo trabajo de interconexión se erigen en pórtico, posiblemente, hacia un deseo de  existencia con mayores posibilidades. Mas no queda mucho por comunicar en ese entorno de recelo y desconfianza y, al final de la jornada, regresamos postrados al punto de partida.

El mayor peligro consiste en quedarnos atrapados en la inconsciencia de una estrategia que maquilla la vida. Sospechamos que algo va mal, pero no terminamos de comunicarnos, tal vez porque ya nos hemos conformado con ser y estar con los demás a través de éstos medios.

La saturación y la inmediatez son un contenido hueco. Nos hemos exiliado de la capacidad de profundizar, reflexionar y contemplar el mundo desde una perspectiva individual y crítica. Y somos ya un animal globalizado, sumisos a cada nueva irrupción de las ciencias “aplicadas” en perfectas técnicas de interiorización de lo banal. Creemos meditar consumiendo información, pero apenas si somos capaces de cultivar un poco de sabiduría.

Las formas de pensamiento han sufrido un cambio drástico, y con ello, un nuevo modelo de comprensión y aprehensión de la realidad. Modelo que lógicamente ha comportado una progresiva transformación de las formas comunicativas.

En el deseo de constatar este cambio no se pretende difundir una idea “criminalizada” de las sucesivas corrientes tecnológicas, sino interrogarnos sobre las alternativas de uso que habremos de tener con ellas.  En la razón del presente artículo sí mantenemos serias dudas sobre la hipotética relación entre el progreso, la fingida democratización, y el bienestar.

Salir al encuentro constante de emociones en las actuales condiciones moldeará un nuevo estado de cibermalestar, en el que la dispersión y la siempre inconclusa satisfacción terminarán por adentrarnos en el laberíntico y agotador proceso de búsqueda.

Publicado en http://www.ssociólogos.com 

Individualidades en la Red (o cómo vamos al encuentro de las nuevas formas de comunicación)