Un dominio propio

Una de las más lúgubres maniobras de nuestras democracias es convertir la búsqueda de la verdad en delito y, de paso, hacer creer que las reflexiones que emanan de esa búsqueda sean consideradas subversivas o radicales.


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La otredad

(Nueva colaboración para «La ignorancia crea»)

Me dijeron que lo más importante era respetar al otro, sin añadir nada más, sin mencionar si tal vez no hubiera sido mejor investigar sus vidas. Llevar adelante esa maniobra social me confundía y, en ocasiones, traspasaba los límites de mi desarrollo moral.

Cuando eres un niño quizás sea fácil entender generalidades atribuibles al comportamiento humano que no requieren de mucha introspección. No pegues a nadie en clase, no escupas por la calle, no levantes la falda a las niñas, no le quites las canicas, o no lances piedras sobre los coches desde el puente de la Esperanza. Los compañeros de clase, la calle, las faldas, las canicas, las piedras, los coches y hasta los puentes, merecían el más mínimo respeto. Y las niñas, ¡no digamos!

Así iba uno aprendiendo en qué podría consistir uno de los cimientos del proceso de socialización. Pero las cosas comenzaron a torcerse en cuanto fui conociendo la existencia del mal. ¿No os ha pasado también? En la desnudez de las palabras, es decir, sin el análisis exhaustivo que puede llegar a guardar cada una de ellas, casi todas parecen inocentes. Hasta que un día, sin esperártelo, te abofetean, o te incomodan, o te llenan de indignación. Estas últimas son las mejores, las que te hacen erguirte de verdad y plantarle cara al mundo. Estas palabras con significado profundo comienzan a hacer de ti un ser diferente, porque los interrogantes que van cincelando los surcos de los pensamientos quedan grabados a fuego.

Las palabras llevan consigo a un ser detrás. Podría hasta parecer bella esta alegoría, pero en el común de los casos se convierte en un pequeño suplicio. Sobre todo, cuando, quien habla, no para. Este matiz tiende ya a amotinar a las pacientes neuronas que habitaban sin rechistar los dos hemisferios, perpendiculares al eje de traslación de la tierra. Cuando alguien te habla y te habla, y tan solo descansa para tragar saliva, haz las mochilas y vete. De camping si hace falta, pero vete. Esta puede ser una reacción antisocial, pero si nos ajustamos a los criterios menos paranormales de nuestra existencia, es lo más adecuado. Por tu bien y, probablemente, por el bien de quienes te rodean.

Quienes nos rodean son, normalmente, gente. Van de aquí para allá. La última vez que me crucé con mucha gente no me quedó más remedio que decirme a mí mismo: ni se te ocurra jamás ir a vivir a ninguna ciudad, por muchas tropelías que te cuenten. Gente; como si no tuviera bastante con la que me asalta en mis mejores pesadillas. Todas y cada una de esas personas que conforman la gente se merecen el mismo respeto. Así lo estipulan los tratados internacionales. Eso sí, antes de que las conozcas. Después, es otro cantar. Después llegan las reuniones de vecindad y la otredad comienza, por segunda vez, a desintegrase como quien no quiere la casa. La primera vez, la primera vez que te das cuenta de que no somos iguales y de que algo falla en el engranaje de la vida es cuando de adolescente eres un cero a la izquierda y no representas ni como delegado a la clase más insustancial. O cuando entras al ascensor de la misma vecindad y la señora del quinto te dice lo mucho que te pareces al padre, o la madre, qué más da.

Estamos rodeados, por todas partes. Y cuando menos te lo esperas, la televisión sustituye a la gente, y luego vienen el fútbol, y la política, y los reyes, y la policía, y la otan, y eeuu, y la casa de la pradera, y verano azul, y alaska a la plaza de tu pueblo, y los mosquitos, y la transición, y la leche desnatada, y los tomates sin sabor, y, por fin, los preservativos con sabor a fresa. Eso ya fue la gota que colmó la boca. ¡Madre mía, qué vida ésta!

¿Os imagináis estar rodeados de gente y, además, con todos estos elementos subversivos sustituyendo a las bacanales de los primeros sueños eróticos? Pues eso es, sin mayores artificios, la base sobre la que, supuestamente, se ha de sustentar el principio fundamental de la otredad. Respeta a todo el mundo por igual. Joder, respeta a todo el mundo por igual. Estoy en mi casa viendo el informe semanal y resulta que yo, hombre de cromagnon poco adelantado a su tiempo, he de reconocer la existencia de todo el mundo como un don, como si eso fuera un regalo de dios, o vete tú a saber de quién. ¿Respetar al otro, sencillamente porque es otro? Así, sin más, sin interrogarnos, sin contemplar el vacío que es capaz de dejar ese otro entre su mirada y la mía. Muy arriesgada se me presenta esa opción, muy socialdemócrata creo.

Leí… ¿qué no leí por aquellos años en que comenzaba yo a intentar comprender lo que sucedía alrededor? Hasta las tapas de los libros de pablo coelho. Un sudor frío me atravesaba hasta las venas. Topé hasta con Goffman, Touraine, Kojève, Warner, J. Butler, Heidi Hartmann y Simone de Beauvoir. Qué manera de encontrarte con gente hablando de los demás, y las demás, perdón.

¿Sabéis qué? Hasta que me encontré conmigo mismo a través del manifiesto comunista. Bueno, eso fue mucho antes pero no importa. Eso sí que era empezar a saber quiénes eran los otros. Y, ¿sabéis qué? Su madre los iba a respetar, a esos otros que se balanceaban sobre la tela de mil arañas. Nunca lo olvidaré. Tampoco Novecento. Madre mía santísima. Tú ves esa película en la adolescencia tardía y etílica, y dime que me calme. En la otredad solo hay una cosa que merece la pena, el moldeamiento de la identidad a través de la diferenciación. Porque el respeto es una falacia, una trampa que solo pretende crear un falso puente entre el oprimido y el explotador, entre el indigente y el capital.

¡La otredad! No hagas ni caso a las nuevas corrientes vanguardistas iconoclastas. Conoce al otro, pero ni se te ocurra reconocerlo. Asumir tu identidad no requiere ponerte de rodillas. Es más, asumir tu identidad requiere del verdadero valor de señalar al otro, a ese sujeto que ama la tolerancia sobre todas las cosas. Yo no respeto ni muchas cosas ni a muchas personas. Sencillamente, porque el mundo no les merece, porque el mundo que están destruyendo no me alivia, porque sus daños colaterales son la insignia de su vileza.

Quédate con la otredad olvidada. Con el mar Mediterráneo, con la mirada del este, con la infancia robada, con los cañones que no son de Navarone, con las lápidas que no llegaron a tiempo, con la lluvia, con los movimientos del ajedrez, con las matemáticas de Grigori «Grisha» Perelmán, con el canto del ruiseñor, con el deslizamiento entre las piernas, con la súbita interrupción del tiempo, con todos los melocotones menos los que están en almíbar, con la ingravidez poética de la pisada de un grillo, con los acuchilladores de parqué del museo d’Orsay, con las venas abiertas de América Latina, con tus venas, con tu sangre, con tu sudor y, sobre todo, con tus lágrimas, representativas de tu sacrificio por ser otro, por ser…

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Recordatorio (no respeto a ésta institución, y hay que liquidarla)

La Unión Europea y la Democracia

Hace ya más de tres años que acudí al Parlamento Europeo, no invitado para ninguna farsa, y tampoco con la intención de promocionar su alianza. Bien al contrario, hubiera deseado que la visita hubiera sido para festejar su desmoronamiento, a modo de hecho histórico en el que celebrar la muerte de una institución creada para retomar la esclavitud y mediar entre las élites y el poder de las finanzas. 

A día de hoy estas palabras recobran más fuerza, y seguro también, más adeptos para la causa. Pero siempre me he mostrado reticente con los apoyos a destiempo, con el clamor popular una vez divisados todos los horizontes. A pocos se les escapa ya la idea de que el ataque frontal sufrido por Grecia responde a esas maniobras endiabladas para atar en corto cualquier protesta contra la Troika. El índice de paro o pobreza, la sangría de una deuda perpetua o el sabor amargo de la indigencia no son motivo alguno para alterar sus políticas. Pero si lo son la rebelión y la ira, la lucha por no doblegarse ante tamaña injusticia. Estos hechos sí representan el vértigo para los verdugos, el punto de inflexión para redoblar fuerzas y asestar el golpe definitivo.

Enumerar todos los acontecimientos vividos en los despachos de Bruselas es igual a informar sobre todas las contingencias vividas para prolongar la injusticia y cometer mil y una fechorías con la excepcional colaboración de la opacidad de guante blanco. Las Democracias Cristianas y las Sociales Democracias hunden sus raíces en los cimientos de esta lenta agonía, y dudar de su protagonismo en este lamentable episodio es distorsionar una vez más el curso de nuestra cruel Historia. Pero aún hay más, no incidir en dónde reside la culpa o en quién funda e inspira la comitiva de tanta venganza, es seguir dando alas a los organizadores de uno de los capítulos más negros de la Europa Moderna.

No es improcedente hablar de «ajuste de cuentas». Bien al contrario, es el resumen de toda esta farsa narrada desde Berlín hasta Madrid para mitigar la protesta y no extender la euforia del comprometido activista. Tsipras perecerá bajo el fuego de su propia plaza en Syntagma doblegado por el furor indiscriminado de unos líderes europeos inyectados de rabia ante el empuje de unos exigentes y bienintencionados políticos griegos. Al margen de procurar un alivio a la causa griega, han optado por colapsar el auge de la democracia y quemar en la hoguera al insurgente líder de la revuelta.

Este incidente no es circunstancial. Forma parte de de todo un pack de políticas inscritas en los planes estratégicos a largo plazo fomentados por los lugartenientes del terror. Es igual hablar del despliegue de tropas de la OTAN en los límites de la actual  Rusia, del acuerdo secreto del TTIP, del advenimiento de los bancos, de la supuesta guerra contra el yihadismo, o de la elaboración de leyes convulsas defensoras de los pagos de las deudas. Quienes residen en las instituciones monetarias internacionales, pero en el caso que nos ocupa en las europeas, son los artífices de seguir disparando contra la Democracia y continuar asediando a quienes han alzado la voz, por primera vez en mucho tiempo de una manera tan rotunda y convincente, contra sus indiscriminados ataques a la población helena. 

Ir contra el mercantilismo Europeo tiene un precio, y ese es el castigo. En esa premisa se inscribe la represalia. Syriza no ha sido el causante del declive económico y social de su país (ya venía de hace tiempo), pero sí ha sido el detonador de la fuerza multiplicadora de la protesta y de la lucha por la justicia. Y dentro de los términos de esa hipótesis, se re-formula el más vil de los atropellos contra los pueblos. 

Es fundamental recordar que la Unión Europea está concebida desde hace mucho tiempo por anglosajones y nazis, claro está, contra los intereses de la antigua URSS. Y que dicha unión respalde al gobierno ucraniano no es una mera casualidad, sino un incidente más en la consecución de los objetivos criminales que la sustentan. Recordar que la guerra económica declarada actualmente contra Rusia (camuflada como siempre bajo las denominadas «sanciones»), es otra maniobra para que ese sangrante proyecto europeo siga adelante. Porque todos deberíamos ser conscientes a día de hoy que esta alianza imperialista no está proyectada para unir, sino para separar; para dividir y expulsar a Rusia definitivamente, hasta que incluso la memoria colectiva sea incapaz de identificar a este país con nuestro continente.

Así podemos observar claramente que avanzar desafiando la estrategia europea lleva consigo la más violenta de las reacciones. El problema de deuda griego no es la causa de todo este espectáculo, insisto, sino el enfrentamiento de Syriza a la dantesca obra que está capitalizando en este momento Angela Merkel. Todos los estados industrializados no tienen cómo pagar sus deudas. 

Tal y como he señalado anteriormente, lo que verdaderamente me preocupa es la narración exacta en tiempo real de los acontecimientos, y claro está, de las insurrecciones y sus protestas.  Y no esperar a ver las cenizas para lanzar consignas ya desvencijadas. Y en este contexto hay que reincidir y volver a recordar a Podemos y a cualquier formación que se precie de luchar por la verdadera dignidad de sus representados, que no hay posibilidad alguna de manifestar adhesión alguna a su causa mientras no se plantee de un modo contundente, por escrito y ante notario, la inmediata salida de la Unión Europea.

Tener que obligarnos a repetir una y otra vez que el funcionamiento de esta comunidad política está infectada por un virus que desprecia completamente los derechos humanos y la causa de los más necesitados, es una labor que ya nos extenúa. Los tratados, acuerdos, decretos, normas, leyes y comisiones que nos proporciona la Unión Europea son contrarios y contraproducentes contra la más mínima reputación que desee albergar en su interior la verdadera construcción de la democracia. 

Y menospreciar este discurso, o no contemplarlo aludiendo que una salida del euro sería una catástrofe para toda la ciudadanía, es seguir apoyando la barbarie, y seguir siendo cómplices de la infinidad de delitos que se están cometiendo y que se seguirán gestando dislocando las vidas de quienes viven en todos los estados europeos, y mucho más allá de sus fronteras. 

Contra el crimen no se gana asistiendo a sus fiestas, sino alejándose del poder de sus leyes y sus estrategias.

Otra vez, dejo constancia de mi paso por la capital de las fechorías, y de aquellas palabras que escribí para nunca olvidarlas. 

Photo by Amaia Fuertes

Photo by Amaia Fuertes

El valor del Respeto

«Hay quien creyendo buscar un digno comportamiento, considera incluso un valor el respeto hacia todas las personas y todas las instituciones. Pero olvida que dicha actitud puede convertirse en una perversa manifestación de la sumisión, e incluso en un atropello del derecho a la reivindicación de la libertad.

(A veces, hay que acudir allí donde nos doblegan, y dejar constancia de que para ser respetado se debe tener un mínimo sentido del deber. Y aquí simbolizo, a las puertas de su casa, el menosprecio absoluto con que nos trata el Parlamento Europeo).»  05 – 03 – 2012

Colaboración para Iniciativa Debate


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17 M (Día Internacional Contra la Lgtbfobia)

Transexualidad

Uno de los primeros artículos de la Declaración de los Derechos Humanos debería comenzar por respetar y facilitar la construcción de la identidad y orientación sexual de las personas, independientemente de su sexo biológico y de sus preferencias e inclinaciones.

Ello con el propósito de contribuir al desarrollo integral y saludable de cada persona, favoreciendo así una vivencia plena y propia de los sentimientos, de las emociones y de los afectos, sin la cual, todos estaríamos anclados a los usos y normas generalizadas, constriñendo la particular expresión de nuestras diferentes identidades.

De nada sirven nuestros supuestos derechos y libertades (sin distinción de raza, color y sexo) si tras ellos conviven las barreras, y esas etiquetas que proclaman lo atípico o desigual como enfermedad o patología a erradicar.

Un porcentaje muy elevado de nuestras posibilidades para conseguir momentos de felicidad y equilibrio vital pasa, sin duda alguna, por la necesaria manifestación y expresión libre de nuestras emociones, por la necesaria armonía entre la elección de género y las características sexuales corporales heredadas al nacer, así como por el consiguiente derecho a poder proclamarlo y compartirlo sin ser juzgado.

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

Sin esa opción surge una especie de expropiación de los sentimientos, un complejo conflicto personal, que conlleva a arrastrar el dolor y la no aceptación. Y lo que es peor, la vivencia con unas patologías añadidas que nada tienen que ver con la realidad y que incapacitan para la consecución de una vida plena.

No existe enfermedad alguna en esos modos de vivir el sexo y el amor en conflicto con la asignación de un cuerpo equivocado. Lo que hay es tan solo la dificultad de poder traspasar los límites establecidos en nuestro entorno. Una persona transexual necesita de todos los medios que podamos ofrecer para que pueda hacerse real una identificación entre su mente, su cuerpo, su placer, su erotismo, su sexualidad y su vivencia en comunidad. Y para ello, han de facilitarse todas las ayudas, desde las terapias necesarias hasta las operaciones que se tengan a bien realizar, y siempre, de modo gratuito.

Esto no es un capricho (Basta con exponer la cifra de suicidios que se da dentro de este colectivo, un 20% superior a la media). Forma parte de la necesidad de poder convivir con los vínculos afectivos con la misma facilidad que pueden hacerlo todos los demás.

Colaboración para Iniciativa Debate


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Yolanda en el país de lxs estudiantes

¿No sabes qué hacer este fin de semana? Te invito al cine

#yolandajustizia

Regresamos al formato documental. Estos son algunos de los documentos necesarios que hay que ver para sacar conclusiones respecto de la «ejemplar» transición que se vivió en un pais llamado España. «El Batallón Vasco Español, grupo operativo-militar, reivindica el arresto, secuestro y ejecución de Yolanda González Martín, natural de Deusto, integrante del comando de ETA, rama estudiantil-IASI-, del que también forman parte otras dos personas con domicilio en Madrid y que utilizan como tapadera y acción de masas a grupos políticos de ideología trotskista y maoísta, donde se amparan sus actividades. Por una España grande, libre y única. ¡Arriba España!» Así dice el télex enviado a la agencia EFE el 01 de febrero de 1980. Yolanda no era de ETA. Era miembro del PST, y un día decidió militar políticamente para reivindicar una sociedad más justa.

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Fe y respeto

ContraCorriente (buscando nuevas miradas).

«Si, la fe trasciende la razón, como un criminal trasciende la ley… Y huye de la razón porque ésta amenaza su cómoda burbuja de la ilusión».  Son algunas de las perlas de Pat Condell, cansado de que cada vez que nos hablan de religión, no podamos poner en entredicho todas las trampas con las que nos intimidan en nombre de la fe. Yo estoy con él, entre otras cosas, porque el respeto ni ha de ser universal ni popular, precisamente porque lo que no podemos es soportar miles de infamias, injusticias e injurias a las que nos someten toda clase de  instituciones o «personalidades» que deberían estar enterradas en las orillas del olvido.

 


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El valor del respeto

Hay quien creyendo buscar un digno comportamiento, considera incluso un valor el respeto hacia todas las personas y todas las instituciones. Pero olvida que dicha actitud puede convertirse en una perversa manifestación de la sumisión, e incluso en un atropello del derecho a la reivindicación de la libertad.

(A veces, hay que acudir allí donde nos doblegan, y dejar constancia de que para ser respetado se debe tener un mínimo sentido del deber. Y aquí simbolizo, a las puertas de su casa, el menosprecio absoluto con que nos trata el Parlamento Europeo).

Photo by Joséluis Vázquez Doménech

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@socioamores